La primera de ellas, la que afirma que “emprendedor se nace”, podríamos decir que es una concepción innatista acerca del fenómeno del emprendedorismo, y como toda explicación que involucra un determinismo biológico se considera que en la estructura genética de las personas se encontraría el gen que daría cuenta de las competencias emprendedoras en ellas. Si pensamos al emprendedorismo desde esta perspectiva, bastaría con encontrar a aquellas personas que posean dichos rasgos innatos y brindarles un entorno favorable para el desarrollo las antes mencionadas competencias.
Sin embargo, la realidad se presenta de una manera mucho más compleja a lo que respecta dicha concepción biologicista, de hecho existen condicionantes genéticos que influyen en los rasgos de personalidad de las personas, pero solo la determinan en parte. En el caso de los seres humanos, ese cuerpo biológico, para poder sobrevivir, crecer y desarrollarse -lo que dentro de él solo existe en potencia- necesita del contacto con otros de su especie que lo ingresen en un medio cultural y social. Dentro de ese contexto socio-histórico y cultural, las autoras del artículo proponen los siguientes “factores condicionantes del surgimiento de las capacidades emprendedoras:
Los paradigmas culturales y sociales, reforzados por el sistema educativo formal acerca de lo que significa el trabajo.
Los modelos mentales individuales y colectivos en relación a modos de producir, crear riqueza y construir responsabilidades.
La combinación compleja de componentes psicológicos, emocionales y familiares que funcionan a la manera de impronta o marco de referencia.
Los modelos económicos predominantes.”
Si consideramos esta lista de factores no biológicos, observamos que en realidad “emprendedor se hace”; en consecuencia, resulta fundamental pensar el fenómeno del emprendedorismo como un proceso dentro del cual se desarrollan progresivamente las competencias necesarias para adquirir esa particular perspectiva que es la visión emprendedora.